domingo, 15 de julio de 2012

Te echaré de menos

9:06 de la mañana. Los rayos de sol entraban de lleno en mi habitación. Había dormido con la ventana abierta lo que hizo que a las 7:00 tuviera que taparme con mi fina y blanca sábana.
Me levanté y me puse un fino jersey marrón.
Era verano todavía, pero por las mañanas ya hacía algo de fresco. Me dolía la cabeza.
Fui al baño a lavarme la cara pero primero hice unas cuantas muecas delante del espejo, me cepillé el pelo y de repente oí un ruido de cucharas chocando con tazas.
–Ya era hora de que te levantaras. –su voz procedía de la cocina.
–¿Qué haces? –llegué a la cocina frotándome los ojos–. Es muy pronto.
–Son casi las 9:15 de la mañana, no es pronto.
–Si para ser sábado –me apoyé en el marco de la puerta de la cocina.
–Esta noche me voy y mañana salgo para Nueva York, no sé si lo recuerdas.
Creía que lo había soñado, que era una simple pesadilla, pero no. Con razón tenía ese dolor de cabeza ¿Le grité a un camarero o también lo había soñado? No me importaba.
Tenía que pensar que iba a hacer esos dos meses sola pero no era el momento, solo le quedaba un día aquí y quería aprovecharlo al máximo.
–Si, si lo recuerdo –caminé hacia él y le di un beso en la mejilla–. Si quieres podríamos salir luego, dar una vuelta por la ciudad o ir a tomar algo.
–Cielo hoy va a ser imposible, tengo que preparar todo, ni si quiera tengo hecha la maleta –se bebió el café de un trago y salió directo a la habitación.
Decidí ayudarle. No era mi plan ideal pero mejor eso a nada.
Estuve haciéndole la maleta durante todo el día. La mayoría de prendas eran trajes pero le metí de todo ya que se iban a ser 8 semanas. Cuando descolgué un abrigo negro del fondo de su armario de repente vi su cazadora de cuero. ''Vaya...'' susurré. Hacía muchos años que no se la veía puesta y eso que era su favorita cuando nos conocimos. Me la dejó de abrigo en nuestra segunda cita, lo cierto es que fue bonito. Primero me llevó a ver un partido de los Newport Dragons y luego a dar un largo paseo por el pueblo, fue la primera vez que nos besamos. Le quería igual, pero antes era mucho más romantico, más simple. Y pensar que él también era Irlandes...
–¿Está la maleta? Yo ya he acabado todo el papeleo –entró en la habitación y me pilló con su cazadora puesta–. Cielos...hacía mucho que no veía a esta jodida.
–La acabo de encontrar en el fondo de tu armario. Me abrigaste con ella cuando nos besamos por primera vez ¿Recuerdas?
–Si, como olvidarlo –me miró de arriba a abajo con ella puesta–. Deverías quedartela.
–¿Cómo? ¿Yo?
–Así tienes algo mío para acordárte de mi en este tiempo.
–Andrew, estoy en tu casa. Tengo tu tele, tu sofá, tu nevera...
–Vamos Charlotte –me acarició la mejilla fugázmente.
–Bueno –no puse niguna objeción–. Pero si luego huele a mi perfume, a pizza o a perro, no te quejes.
–Jajaja, toda tuya.
Y entonces agarró la cremallera y empezó a quitarme la cazadora. Me acarició los hombros y bajó a los brazos, a las muñecas, a los dedos de las manos mientras me besaba el cuello. Nos sumergimos en un beso apasionado pero corto, ya que llamaron al telefonillo.
–Ese es el taxi –aunque se iba mañana a primera hora dormiría hoy en un hotel cerca del aeropuerto. Cerramos la maleta, se puso un jersey y abrió la puerta. 
–Llámame todos los días y abrígate y no estés con fulanas, las neoyorkinas son unas atrapa-hombres. –me agarré a su cuello.
–Lo intentaré. Oye, Charlotte... –se quedó quieto mirándome a los ojos, creía que iba a decir algo importante así que le miré fijamente esperando a que lo soltara– te... –dilo gilipollas, dilo– te ehcaré de menos –que asco, nunca me había dicho te quiero, pero supongo que ese tampoco era el momento.
–Yo también te echaré de menos –me acarició la cara y luego nos besamos.

Cuando se subió en el taxi bajó la ventanilla y me sonrió, yo también le sonreí y le lancé un beso. En tonces el taxi arrancó, me despedí con la mano y de repente estaba sola.
Iban a ser 2 meses, 8 semanas, 60 días y totalmente sola. Era el momento de pensar que iba a hacer, no podía quedarme en casa siempre. Subí y me hize un bocata de jamón, no sabía ni cocinar, todo iba a ser un absoluto desastre. Me miré en el espejo  de nuestra habitación. ''Vaya pintas'' pensé. Tenía el pelo hecho un desastre. Era pelirroja como mi padre pero tenía los ojos verdes de mi madre, pero sin sus pecas. No era lo suficientemente alta, normal para una chica de 26 años pero era algo flacucha lo que me hacía parecer un tanto pequeña, ''pequeña pero con mala leche'' susurré. 

A lo tonto ya eran las 22:43 de la noche y había sido un día muy largo. Me terminé el bocata y me bebí un zumo de tomate, me puse el pijama y me fui a dormir aunque no lo consiguiera. En mi cama faltaba algo, algo a lo que me intentaba abrazar aunque él nunca me dejaba. Algo calentito. Algo con lo que hacía el amor. Pero ese hueco de la cama estaba vacío e iba a segur vacío durante mucho tiempo.





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